Cada año en el mes de junio (8 de junio en específico), se conmemora el Día Mundial de los Océanos, una fecha particularmente especial para tomar consciencia sobre la importancia de este ecosistema al que nuestro país debe gran parte de su riqueza y potencial desarrollo económico. A su vez, un llamado de atención y alerta sobre la creciente amenaza que el plástico, la contaminación, el calentamiento global y la industria pesquera está siendo para los ecosistemas marinos de Chile y de todo el planeta.
Los océanos cubren más de 70% de la superficie del planeta y contienen el 96% de toda el agua de la Tierra. Por ende, se estima que un 80% de la vida del planeta está en los mares. Los océanos regulan el clima de la Tierra, absorben gran cantidad de dióxido de carbono de la atmósfera, y proporcionan gran parte del oxígeno que respiramos y del alimento que consumimos. Por eso, para abordar el cambio climático, lo primero que debemos hacer es proteger los océanos.
El problema del plástico es más grave de lo que parece. Porque cada vez se produce más plástico, prácticamente todo lo que consumimos viene envuelto en ello: desde electrodomésticos, productos de aseo personal, de limpieza del hogar, hasta los alimentos como los pastas, yogurt, incluso las frutas y verduras. Cuando nos deshacemos de ellos pueden acabar en vertederos, ser incinerados o reciclados. Sin embargo, debido a la acción del viento y la lluvia, estos residuos también pueden llegar al mar cuando los tiramos a la basura.
Se estima que cada año acaban en el océano unos 8 millones de toneladas de residuos plásticos. Sin ir más lejos, actualmente sólo el 9% de todo el plástico que a nivel mundial se produce y consume, se ha reciclado, el 12% se ha incinerado, y la gran mayoría, el 79%, ha terminado en vertederos o en el medio ambiente, según cifras de Greenpeace. En consecuencia, cada año más de un millón de aves y más de 100.000 animales marinos mueren producto de los plásticos que llegan al mar.
Según el documental “Seaspiracy” de la plataforma de Netflix, el impacto de actividades humanas en la salud de los océanos tiene un desolador diagnóstico: no existe la pesca sustentable y la única forma de detener el daño en los océanos es dejar de consumir pescados y mariscos.
En la cinta, el realizador que de niño se fascinó con los documentales en torno al mar, de adulto comenzó a preocuparse por el impacto del plástico que llega a los océanos y por eso, cambió algunos hábitos cotidianos, como utilizar solo objetos reutilizables, además de ir a las playas a recoger desechos. Pero pronto se dio cuenta de que si bien las 159 millones de toneladas que flotan por los mares son un grave problema ambiental, el mayor daño a la vida oceánica lo causa la pesca industrial.
Por eso, el documental se encarga de "probar" cómo la industria pesquera tiene un impacto negativo en la contaminación de los océanos, al afirmar que el 46% de la basura que flota en la "Gran Isla de Basura del Pacífico" proviene de redes de pesca. Al año, un millón de toneladas de redes y otros equipos de pesca son arrojados al mar. Demostrando que, la mayor amenaza para la vida marina es la pesca.
De cada uno de nosotros depende generar un cambio: comiendo menos pescados y mariscos, evitando los plásticos de un solo uso y reciclando. Súmate a las acciones por los océanos, y a que esta biodiversidad se mantenga con vida. Si quieres conocer más te invitamos a visitar el sitio web de Seaspiracy.